miércoles, 29 de octubre de 2008

Refutacion

Esta investigación esta sustentada por cosas evidentes, no solo de la percepción que tenemos de lo que nos rodea (o sea de lo que vemos o escuchamos), sino de datos estadísticos, cumbres que se hacen de las personas (literatos, escritores, también los que estudian sus aspectos históricos y de desarrollo, etc.) que se inquietan por estos escenarios.
Notando la influencia de los medios de comunicación en el lenguaje, y los efectos producidos en el, principalmente en la ultima década, por el Chat, los mensajes de texto, sin obviar que la televisión a tomado parte (en menor medida) de estos cambios recientes.
Esa fugacidad hace que quien chatea, envíe un mensaje de texto, no se preocupe demasiado (o nada) por la corrección, la puntuación ni las reglas gramaticales. Mientras menos letras mejor, porque así se escribe más rápido, se ahorra tiempo, se ahorra dinero. En el lenguaje-Chat, se eliminan acentos, se suprimen vocales que se sobreentienden, se aprovecha el sonido completo de las consonantes (T equivale a TE), la CH es se convierte en X, la LL es Y y las QU y la C pasan a ser K. Además, las letras se mezclan con dibujos (los conocidos “emoticones”) e infinitas ocurrencias.
Los adolescentes son los que promueven el cambio del lenguaje para construir un nuevo mundo paralelo en el cual tienen su lugar. En el medio con un núcleo cultural fuerte este cambio es neutralizado mayoritariamente por la cultura dominante, no obstante esta neutralización se da con menor rigurosidad con el transcurso de los años.
Hay otro aspecto. Para un adulto puede ser un crimen lingüístico, una moda que arruina el lenguaje, pero para los chicos y chicas es un signo de identidad, porque solo ellos manejan el nuevo código. Comunicarse así es una mezcla de irreverencia, juego y complicidad. En ese mundo virtual de letras y signos los adultos no entran. Cuando los adultos tienden a copiar a los adolescentes, de alguna manera retroceden, borran lo sabido y lo reemplazan con lo conocido o lo popular. De esta manera, los cambios son alimentados por más cambios y así reiteradamente.
Frente a todo esto, ¿qué pensar? Lo primero, no escandalizarnos. Y después, recordar cómo nosotros mismos aprendimos la buena ortografía castellana. ¿Acaso memorizando reglas y dictados en la escuela? La ortografía se aprende leyendo. Cuando has leído 20 veces la palabra “ojo” no la escribirás con hache. Cuando has leído 20 veces la palabra “hoja” no la escribirás sin hache. En la lectura está la salvación del idioma (con ello, el lenguaje). Si los jóvenes se habitúan a leer (en papel o en pantalla, da igual), si somos capaces de entusiasmarlos para que se vuelvan adictos a la lectura, la buena ortografía estará garantizada y por lo tanto la susceptibilidad a esos cambios. ¡Al menos, eso pensamos!
Queda mencionar la necesidad de nuestra investigación esta dada no solo por razones obvias de trabajo y examen sino por tratar de entender y comprender que nosotros mismos somos participes de estos cambios.

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